martes, 4 de agosto de 2009

Hablar de heroína me resulta una ironía III



Se dirigió a la barra y sólo estiró el brazo en una simple y clara señal que el camarero interpretó a la perfección. No pudo esperar a llegar a la mesa y bebió un largo trago que parecía no acabarse nunca.

- Esta es la última... - se dijo a sí misma.

No habían pasado ni 15 minutos cuando el gesto se repitió y junto con el gesto, el trago largo.
No había sido una sabia decisión, pero tampoco se arrepentía.
Seguir con la mirada los movimientos del bar y de la mesa, al compás de sus pensamientos, con el vaivén vertical del vaso que la embriagaba, era sin dudas, el mejor plan que una persona podía tener en ese momento. Por lo menos, así lo creía y estaba firmamente convencida de ello.

Al cabo de un rato, se dio cuenta de que incluso sus pensamientos estaban mareados.
Se marchó sin despedirse, con la intención de caminar un poco.
- Necesito que me de el aire. Sí, el aire siempre es bueno.
Caminó unos 500 metros y sintió que su mundo, pequeño y frágil, se venía abajo. Se apoyó contra la pared, sintió un leve escalofrío.
- ¿Un taxi? -, Yes, please... - se dijo a sí misma.

Caminó relajada y se montó en el primer vehículo blanco que vio aparcado al lado de otros vehículos blancos, rezando para que se tratara de un taxi.
Dentro había un hombre de unos 45 años, se conservaba muy bien. Pero había algo en él, parecía nervioso, tenso. Irradiaba rabia por cada poro de su piel.
Cuando se dio cuenta de esa simple reflexión prestó una considerable atención al desconocido que la llevaría hasta la puerta de su casa.
Era -o al menos parecía- una persona decente, pero... Algo raro había en él.

- ¿Dónde vamos?

Antes de responderle a esa simple y rutinaria pregunta que un taxista hace una media de 40 veces al día, aquel señor pulcro, le pidió un favor:

- ¿Podría hacer un desvio?, es para comprobar un detalle. Corre por mi cuenta, será sólo un momento.

Su tono de voz, le inspiró confianza, así que asintió. El coche arrancó y ella intentó que con cada marcha sus sentidos estubiesen más alertas, quería recordar dónde estaba. Había un porcentaje considerable de que aquel bonachón preocupado, fuese un psicópata.


El hombre frenó frente a un chalet adosado de paredes blancas. Las luces estaban encendidas. Ella seguía sentada en el asiento trasero del coche. Ya no estaba mareada, estaba ansiosa.
El hombre se bajó del vehículo, sacó un manojo de llaves del bolsillo. Era su casa.
No daba crédito a lo que sus ojos estaban viendo. No podía ser cierto. Se llevó una mano a la cabeza y largó una sonora carcajada, que inmediatamente reprimió, en señal de respeto al taxista del llavero.

- ¡PUTA!

Fue el comienzo de una discusión que no llegó a buen puerto. Detrás del taxista del llavero, salieron dos personas más. Un hombre más joven que él, que no articuló palabra y una mujer, semidesnuda, que articuló todo lo que su pobre intelecto le permitió. No sirvió de mucho. El taxista del llavero se montó en el coche, puso el contador a cero, lo activó y le dijo a la que -en ese momento- pasaría a ser su ex:

- No molestes, estoy trabajando.

Daroga Inc. -

7 comentarios:

  1. Sabia que no nos harias esperar mucho

    Me ha gustado este trozo y para no variar, QUIERO MAS, y pronto!

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  2. Ostia! Es verdad, es taxista. No por Dios, faltaría más. En caso contrario hubiese censurado las patillas... pa que no se lo reconociera.

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  3. Yes... i agree, actualiza. I want to see you.

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  4. I want to see you too... need it, actually... and talk, and all that... you know.

    Que no tengo vida sociá, illo! Que ahora uso escuadra y cartabón tol puto día!

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  5. Fer!
    Escribe algo mujer de Dios!
    con la escuadra y el cartabón?
    yo estoy con guiones, con bits, con planos, ángulos, colores...
    los guiones me superan!

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